Hace muchos meses, mi amiga colombiana y yo estábamos aburridos, así que decidimos hacer un poema cadáver exquisito, en el que consiste en que ambos tendríamos que rimar, algunos de las rimas son mías y otras son de ella. ¡Saludos!
Las cortinas tiemblan una noche seca que me abandona;
La suerte voltea al día que resplandece esta zona;
En los pasillos de una calle huérfana, las paredes esperan una sombra;
Pasaba el rato en el atardecer y resucitaba este bello aroma.
El aroma cálido, del sonar de unos tacones, que por la ventana entraron a despertar mi insomnio.
Fue así como terminó el instante de ensueño, aquella sensación que hizo despertar de la utopía bizarra a Antonio.
Escrito por A. Sandoval y por Neyi Caicedo